EDWARD HOPPER

En sus pinturas, más que en otros casos, el espectador está más próximo a un voyeur que un simple observador. O estamos en un rincón de la habitación o en la acera de enfrente (“Nighthawks”), seguramente dentro de otro café en la misma actitud que los sujetos del enfrente, o tal vez en un asiento del mismo vagón de ferrocarril (“Compartment” o “Chair Car”). Pero Hopper nos coloca dentro de sus escenas cuando pinta entornos vacíos. Espacios tan prosáicos y ahora tan hermosos como una gasolinera (“Gas”), una línea de metro (“Approaching a City”) o una habitación desnuda de mobiliario (“Sun in an Empty Room”).
Y ese magistral empleo de la luz. La luz natural y la luz artificial. Escenas nocturnas y crepusculares bajo luz incandescente (“Night Windows”, “New York Movie” o “Summer Evening”) y opuestamente la luz del sol en sus cuadros a la orilla del mar con una iluminación perfectamente sorollesca (“Rooms by the See” –que es la que acompaña este comentario- o “The Long Leg”), o a la luz del amanecer (“Cape Cod Morning”, “Morning Sun” o “Western Motel”).
Hopper nació en 1887 en Nyack (Nueva York) y falleció en Nueva York el año1967.
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