'LUNA DE ARENA' Y EL INFIERNO DE RODIN
Como suponía salí satisfecho de la representación de "La puerta del infierno" a la que asistimos María Elena y yo el sábado en el Principal.
Sorprendente texto de José Luis Esteban (contemporáneo de carrera de María Elena) a quien vimos recientemente como actor de "Yo no soy un Andy Warhol" y atrevido montaje el de Luna de Arena.
Poca gente en la sesión de las siete. No es una obra fácil. No la ví como una obra escrita para emocionar, para captar al espectador por los sentimientos, sino más bien por el cerebro. Da que pensar. Queda abierta. ¿Por qué quieren escapar las figuras de la puerta? ¿Por qué quiere entrar en ella Paola? Parece la historia de frustraciones, de ilusiones desinfladas, de un sino irónico y cruel: el de no caer en tus propias redes. Los personajes quieren pero no pueden escapar y retornan a la puerta. Paola se rebela contra cierta humillación rodiniana y termina siendo presa de ella cuando finalmente consigue ver qué hay tras la puerta.
La obra transcurre con agilidad y los diálogos son interesantes. La puesta en escena es sencilla y eficaz. La música, o mejor, los efectos de sonido están manejados un poco bruscamente y son cortados apresuradamente quedando muy artificiales. En este aspecto considero un acierto la inclusión del "Agnus Dei" de Samuel Barber, música que en cualquiera de sus tres versiones (dos instrumentales y una coral) conmueve hasta el tuétano.
Lo bueno del teatro es que cada sesión es diferente, no como en una película. Hay representaciones más inspiradas que otras y -cosas del directo- los imprevistos pueden saltar por cualquier lado. La sesión de tarde del sábado creo que pasó sin sobresaltos y con los actores acertados.
Profesionalidad no les falta al cuarteto de actores y tampoco aplomo. Me pareció convincente la interpretación de los cuatro: Inmaculada, Patricia, Marco Antonio y Jaime a quien era la primera vez que le veía en un papel serio. Jaime me habló de alguna "ocañada" que solo él sabrá porque los que le conocemos en sus monólogos cómicos no asociaríamos ningun momento de la obra a sus "tics" más habituales.
Muy lograda la escena del baile con el maniquí. Un fino humor que contrarresta la violencia de Covadonga contra Paola en el fondo del escenario. Aunque ¿no hay sadismo en el desmembramiento del maniquí?
Un montaje arriesgado y expuesto que nunca ganará un Max en el apartado de sastrería (si es que existe)
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