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Victor Rebullida

LA PASADA ACTUACION DE LA ORQUESTA DE CAMARA DEL AUDITORIO-ENIGMA

El pasado martes asistí al primer concierto de la Orquesta de Cámara del Auditorio de Zaragoza “Grupo Enigma” en esta su decimotercera temporada. La Sala Luis Galve del Auditorio estaba llena como en los últimos años en que Enigma colabora con la Facultad de Educación de la Universidad.

El programa se planteaba muy atractivo por la interpretación de una obra de Carlos Satué, nacido en Fabara (Zaragoza), lo cual hacía que nada más entrar en la sala viéramos cables por el suelo, altavoces en el suelo, una mesa de control con utilleria electrónica y un ordenador en medio de las butacas, un monitor en el suelo del escenario y micrófonos en el mismo.

En la sala estaba Carlos, el autor, y también el otro compositor programado: Jesús Torres, zaragozano de nacimiento, pero residente desde joven (bueno, desde mucho más joven) en Madrid.

Una vez acomodado el público y con la orquesta en el escenario, Juan José Olives (el director del grupo) dirigió unas palabras de salutación y una petición de atención hacia la música para permitir la concentración de los intérpretes. Bueno, dicho en román paladino, una petición de silencio en toda regla: no móviles, no cuchicheos, no papelitos, y todo eso.

El inicio del concierto, las dos obras de la primera parte, fueron como hacer un encierro de sanfermines dentro de una cristalería. Ya la primera obra, "Diferencias", de Jesús Torres, comenzó en una tesitura que probablemente causara incomodidad a los no avezados en la música contemporánea. Se trata de una obra con la que es imposible apoltronarse en la butaca. Son diez vibrantes minutos en los que no falta incisividad en la música. La obra, aunque compuesta en 1999 y estrenada en Londres, era la primera vez que se interpretaba en España. Tras los saludos de Torres, Olives y la orquesta, venía la obra más esperada. “Laberinto de la noche”, que asi se llama la obra de Satué, fue un encargo del CDMC (Centro para la difusión de la Música Contemporánea) y Enigma la estrenó en septiembre durante el Festival Internacional de Música Contemporánea de Alicante. Es un concierto para saxofones y ensemble cuyo solista fue Josetxo Silguero. Satué enfrenta consecutivamente los saxos barítono, alto, tenor y soprano a un amplio conjunto más una parte electrónica resultando una obra de complejidad extrema en todas las vertientes, con endiabladas partes solista y orquestal. No da tregua a nadie. El solista porta micrófonos inalámbricos para capturar el sonido de los saxofones y proyectarlos a la sala previo proceso informático. También dispara secuencias electrónicas mediante un pedal MIDI. La obra por momentos raya el umbral de decibelios y frecuencias que el oído es capaz de soportar sin sentirse dolorido. Un huracán de sonidos, de masas sonoras abrumadoras generadas por los algoritmos matemáticos tan queridos por Carlos Satué (discípulo que fué del desaparecido maestro Francisco Guerrero) y que él amasa para convertirlos en música. Monolítica, de sólida concepción, estoy seguro que ha sido uno de los mayores retos que ha superado la orquesta, el público y Silguero. La primera se ganó la cena cum laude, los segundos se portaron muy bien, tal vez porque la abrumadora música los dejó escachados bajo su peso, y Josetxo hizo méritos para que se le construya un monumento como saxofonista.

Tras un reparador receso de unos minutos, la segunda parte planteada por Olives resultaba altamente agradable y relajante, y tal vez rompía el efecto catártico generado por la composición de Carlos. La primer obra fue, de Ravel, "Le Tombeau de Couperin" en una adaptación para grupo de cámara realizada por David Walter. Después de lo que el director y la orquesta se habían metido entre pecho y espalda, entre pies y cabeza, en la primera mitad de la velada, Ravel parecía un juego de niños (aunque la realidad no es esa pues no hay música fácil). La compañera de esta obra fue del más contemporáneo pero no menos impresionista Toru Takemitsu. "Tree Line", obra tímbrica, colorista, acuarela japonesa. Ambas obras son dos concepciones opuestas a los planteamientos de Torres y Satué, y sirvieron a Olives para sacar de “Enigma” la faceta más sutil e intimista de su trabajo interpretativo. Javier Belda, el oboe, tuvo un papel destacado en las cuatro obras, e Isabel Maicas fue foco de atención cuando se puso a "desafinar" el arpa antes de la obra de Takemitsu (el autor plantea una afinación microtonal para este instrumento)

Los asistentes aplaudieron bastante y no sin motivo. Luego siguieron los saludos y comentarios entre conocidos de los conciertos y amigos, las felicitaciones en los camerinos a los intérpretes, a los compositores y al director.

La próxima cita de Enigma es en este mismo mes, el día 27. Después todo su esfuerzo se concentrará en preparar su actuación en diciembre en el Teatro Principal de esta ciudad en las representaciones de "Metrópolis", de Teatro Che y Moche que dirige Joaquín Murillo y para la cual he escrito la música, especie de banda sonora de una hora de duración.

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